El apóstol Pablo amonestó: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de que dé gracia a los oyentes”10.
Los poseedores del sacerdocio nunca usan lenguaje vulgar u obsceno; nunca rebajan o hieren a los demás; siempre edifican y fortalecen a los demás. Ésta es una sencilla, pero poderosa, manera de ministrar. (Tu sagrado deber de ninistrar, Liahona Mayo 2013, pág. 57)
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