Élder Stanley G. Ellis, De los Setenta

De hecho, Dios tiene la manera de vivir, de amar, de ayudar, de orar, de hablar, de tratarnos mutuamente, de dirigir, de contraer matrimonio, de criar a los hijos, de aprender, de saber la verdad, de compartir el Evangelio, de elegir sabiamente qué comer, etc.

Junto con las Escrituras, hay otros grandes recursos para aprender la manera del Señor en Leales a la Fe, Para la Fortaleza de la Juventud, y en otras enseñanzas de los apóstoles y profetas vivientes.

1. Por ejemplo, el Señor nos ha ense­ñado en las Escrituras: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová".
"Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9).

2. Una de las iniquidades de estos últimos días es que "todo hombre anda por su propio camino" (D. y C. 1:16). En Proverbios se nos advierte: "No seas sabio en tu propia opinión" y "no te apoyes en tu propia prudencia" (véase Prover­bios 3:5-7).

3. Se nos enseña que si hacemos las cosas a la manera del Señor, Él está obligado a bendecirnos y tenemos derecho a reclamar Sus promesas; pero si no lo hacemos a Su ma­nera, no tenemos ninguna promesa (véase D. y C. 82:10).

4. El Señor comparó Su manera con la nuestra cuando instruyó al profeta Samuel, quien fue enviado a buscar un nuevo rey: "Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el cora­zón" (1 Samuel 16:7).


5. Hasta con el universalmente acep­tado deseo de ayudar a los pobres y a los necesitados, el Señor está de acuerdo con nuestra meta, pero nos advierte: "Pero es preciso que se haga a mi propia manera" (D. y C. 104:16); de otro modo, en nuestro intento por ayudar, es posible que causemos daño. El Señor nos ha enseñado la necesidad de fomen­tar la autosuficiencia. Aun cuando podamos ayudar, no debemos dar ni proporcionar lo que la per­sona puede y debe hacer por sí misma. Dondequiera que se practi­que esto, el mundo sufre las conse­cuencias del dar sin requerir nada a cambio. Dios realmente sabe lo que es mejor.   (La manera del Señor, Liahona Mayo 2013, pág. 37)

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