Su compasión y Su gracia no nos justifican cuando "[nuestros]
corazones no están satisfechos; y no [obedecemos] la verdad, antes [nos
deleitamos] en la iniquidad". Más bien, después de hacer todo cuanto
podamos, Su compasión y Su gracia son los medios por los que, "con el
transcurso del tiempo", vencemos al mundo a través del poder habilitador
de la Expiación. Al procurar con humildad ese precioso don, "las cosas
débiles [se hacen] fuertes para [nosotros]", y por medio de Su fortaleza, somos capaces de hacer lo que
nunca podríamos hacer solos.
El Señor considera la
luz que hemos recibido, los deseos de nuestro corazón y nuestras obras, y cuando
nos arrepentimos y procuramos Su perdón, Él perdona. Al pensar en nuestra vida
y en la de nuestros seres queridos y conocidos, debemos estar igualmente
dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. (El
Salvador desea perdonar, Liahona Mayo 2013, Pág. 16-17)
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