Nadie debe suponer que ese perdón se recibe sin el arrepentimiento.
De hecho, el Señor ha declarado: ".yo, el Señor, perdono los pecados de
aquellos que los confiesan ante mí y piden perdón", y procede a añadir
esta advertencia: "si no han pecado de muerte". Aunque el Señor no
puede "considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia",
aun así, hace una distinción entre la relativa gravedad de algunos pecados. Él
estipula que no habrá perdón por "la blasfemia contra el Espíritu
Santo"; declara la gravedad del asesinato y recalca la seriedad del pecado
sexual tal como el adulterio. Él señala que la repetición del grave pecado
sexual dificulta cada vez más el recibir Su perdón; y Él ha dicho que "el que
peque contra mayor luz, mayor condenación recibirá". No obstante, en Su misericordia, Él
accede a la mejoría con el tiempo en vez de exigir la perfección inmediata.
Incluso con la multitud de pecados que resultan de la debilidad de la
mortalidad, cuantas veces nos arrepintamos y busquemos Su perdón, Él perdonará,
vez tras vez.
A causa de esto, todos
nosotros, incluso los que luchan por vencer conductas adictivas tales como el
abuso de sustancias o la pornografía, y quienes los rodean, podemos saber que
el Señor reconocerá nuestros esfuerzos rectos y con amor perdonará, cuando el
arrepentimiento sea completo, "hasta setenta veces siete". Pero eso
no significa que uno pueda deliberadamente
volver a pecar con impunidad. (El
Salvador desea perdonar, Liahona Mayo 2013, Pág. 16)
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