El poder del
sacerdocio es un don sagrado y esencial de Dios. Es diferente de la autoridad
del sacerdocio, que es la autorización para actuar en el nombre de Dios. La
autorización u ordenación se confiere por la imposición de manos. El poder del
sacerdocio únicamente se manifiesta cuando aquellos que lo ejercen son dignos
y actúan de acuerdo con la voluntad de Dios. Tal como declaró el presidente
Spencer W. Kimball: "El Señor nos ha dado a todos parte de Su autoridad,
como poseedores que somos del sacerdocio, pero podemos reclamar los poderes de
los cielos sólo basado en nuestra rectitud personal" (véase "Los
héroes de la juventud", Liahona, agosto de 1976, pág. 38). (“Ésta es mi obra y gloria”, Liahona Mayo 2013,
Pág. 18-19)
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